viernes, 3 de enero de 2014

CERRANDO MI PRIMER AÑO COMO FLIPATLETA

Retomo el blog tras casi dos meses de silencio, mitad producto del hartazgo que me ha provocado esta larguísima primera temporada triatlética, mitad producto del stress que me provocó que me despidieran de mi anterior empresa. Me he dedicado fundamentalmente este final de año a resolver el tema laboral lo antes posible, de modo que espero contar con la indulgencia del lector. Pero año nuevo, vida nueva, dicen, y empiezo el 2014 con renovadas energías y recién estrenado puesto de trabajo, así que sin más excusas vuelvo a compartir mis gilipolleces con todo aquel que quiera leerlas. Me sorprende y me agrada la cantidad de mensajes que he recibido animándome a seguir con el blog, no es que hayan sido miles de mensajes, pero sí decenas de ellos, aunque sólo con recibir uno hubiera bastado. Y es que no sabéis como reconforta comprobar que a alguien le interesan las tonterías que escribes, incluso si ese alguien únicamente lo hace para reírse de tus desgracias y estupideces varias en esto del “Tri”. Lo asumo y lo aplaudo, soy el primero en reírse de sí mismo, así que no hay problema, "si me quereis, reirsen", que diría Lola Flores.

Reanudo este “Diario de un flipatleta llorón en apuros” para rememorar un par o tres de eventos reseñables en este cierre del año, dejo para un próximo post el hacer balance de este mi primer año “serio” como flipatleta. Pero empecemos por dejar unas breves pinceladas de este final de 2013:

EVENTO 1: REDESCUBRIENDO LA MOUNTAIN BIKE.- Poseer una bici de montaña fue el primer paso para decidir meterme en triatlón. Me la regaló Óscar hace un par de años, seguramente con la esperanza de ver el retorno de su inversión convertido en un compañero para salidas ciclistas en el futuro, harto de salir sólo o con amigos de su padre y su tío los últimos 25 años. Le funcionó, con las primeras salidas le cogí el gustillo a eso de dar pedales, y rápidamente adquirí a mi querida Nekane, para dedicarme más de lleno al ciclismo de carretera. La mountain bike quedó relegada a mal menor si no había ruta de carretera interesante a la vista o si la intención era no hacer muchos kilómetros, en definitiva era un medio más que un fin. Pero la llegada del crudo invierno de este año me ha permitido redescubrir el ciclismo de montaña. En estos dos últimos meses le hemos dado mucha caña a la bici de ruedas gordas, y mi evidente mejoría en el ciclismo me ha permitido descubrir nuevas rutas, de mayor dificultad, las cuales no abordaba en el pasado por falta de piernas, y que ahora puedo acometer con mayor confianza. Pero, “ay, amigo”, esa mayor confianza es un arma de doble filo, y la mayor dificultad de las rutas, aparte de mayor esfuerzo (lo cual no es problema, somos sufridores natos), también trae consigo estar dispuesto a asumir mayores riesgos. Vamos, que estás a punto de partirte la “crisma” un día sí y el otro también, y eso ya no mola tanto. En lo que llevamos de invierno he tenido que entonar el “jodercagónsuputamadremevoyamatar” en varias ocasiones, fundamentalmente dos días. El primero de ellos, un clásico, subida y bajada al Monte de Batres, ruta que habré hecho unas 2.500 veces en estos dos años…o eso creía yo, sobre todo en lo que a bajar se refiere. Resuelta que hay 200 formas de bajar (bueno, y subir) al maldito monte. Con Alfredo, Óscar y un grupo de flipamountain-bikers amigos de Óscar descubro una de esas “bajadas alternativas”, de “dificultad media”, según decían. ¿Media? Hijos de mala madre, era de matarse en cada curva, en cada trialera, en cada surco en el que metías la rueda, te agarrabas al manillar, cerrabas los ojos y pensabas “aquí, aquí es donde me mato”. No he pasado más miedo en mi vida, lo juro. Pero bueno, esa vez sobreviví, y la verdad es que, dentro del puro estado de acojone, la bajada era ¿bonita?, quizá si hubiera abierto los ojos hubiera podido comprobarlo. El segundo día de redescubrir la “bici gorda” fue una ruta por “Bololandia” profundo, alias comarca de La Sagra toledana, con subida al monte del repetidor de Añover de Tajo, ruta por cortesía de Iván, compañero del club de triatlón. Salimos un grupo de 7/8, dos se dieron la vuelta a la mitad, otros desearon haber elegido darse la vuelta y todos los que aguantamos hasta al final nos dimos una paliza de cuidado. Resulta que en un día como esos descubres que el plato pequeño pequeño  de las “mountain bikes” también se utiliza y sirve para escalar verdaderas paredes, mientras haces de equilibrista sobre la bici, de tal forma que estás con el cuerpo suficientemente adelantado como para que la rueda delantera no se levante, pero a la vez retrasado como para que la rueda trasera no derrape. En fin, funambulismo a pedales mientras el corazón te sale por la boca, puro masoquismo. Abordamos “nosecuántas” subidas, a cada cual peor, con otras tantas bajadas, alguna de ellas criminal, y vamos, que no dudé en bajarme de la bici y hacerlas andando si la situación lo requería, ya si eso me mataba otro día. Aún así, tengo claro que más tarde o más temprano me tiraré por donde no debo y  me acabaré arreando una buena leche, y, con la suerte que suelo tener, algo me romperé, pero bueno ya se sabe que…“el fútbol es así”.

Ruta a Añover de Tajo


EVENTO 2: SUBIDA A CANENCIA CON PATRI.- Recupero el contacto con Patricia gracias al triatlón, ella también fue abducida ya hace varios años y aprovechando mi periodo de “desempleo” quedamos para montar en bici. Me confiesa que nunca se ha atrevido con los puertos de la sierra de Madrid, fundamentalmente porque apenas libra los fines de semana y le toca salir en bici sola en días laborables, y que sola no se atreve. Estamos a principios de diciembre e intentar subir cualquiera de los puertos disponibles supone ascender a mil y muchos metros, casi dos mil, que no es moco de pavo. Si no te nieva seguro que hace un frío de cojones, ya me advierten de ello un par de colegas ciclistas...

“No es el mejor momento, Dani”.

Así que por supuesto me pasé los consejos por el arco del triunfo y un miércoles cualquiera enfilamos para Canencia, puerto de 2da categoría, a unos 1600m sobre el nivel del mar. Calculé una ruta de unos 80km con subida a la cima y vuelta por el mismo sitio desde Collado Mediano, el día salió nublado pero sin apenas viento, y el frío no era excesivo, o eso parecía al principio…

Todo bien hasta la ascensión, incluida ésta, según vamos subiendo la niebla se va cerrando sobre nosotros, el espectáculo es precioso, solos por la carretera, no se escucha ni a los pájaros, el silencio impresiona,  apenas oyes tu propia respiración y el leve chirriar de la cadena de la bicicleta. Patri es una campeona, y sube sin mayor problema, sufre, claro está, pero vamos, ya te digo yo que “la niña” puede con esto y con mucho más. 

Parada en la cima, fotitos de rigor y quizá demasiada “charleta” rememorando la subida, y para cuando decidimos tirarnos para abajo estamos empapados del rocío de la niebla y el sudor frío. El asfalto está húmedo y resbaladizo, empiezo a tiritar descontroladamente, no controlo los brazos, el manillar se agita con el temblequeo, no soy capaz de accionar los frenos. Bajamos “pisando huevos”, súper-despacio, pero aún así no logro controlar la bici. Decido parar y le pregunto a Patri que qué tal va ella. Entre cuasi-sollozos me dice que va igual que yo. Joder, me asusto, pero decido poner cara de póker, venga Patri que no pasa nada, enseguida estamos abajo. La cosa va de mal en peor, las estoy pasando putas, no siento los brazos, ni las piernas, no controlo la bici, me voy a hostiar, fijo. 

De milagro llegamos a Miraflores, nos metemos en el primer bar y el camarero, cómo nos vería, nos deja una jarra de esas para calentar la leche para que pongamos las manos sobre ellas. Seguramente la leche estaría hirviendo, pero yo no notaba nada, oiga. Tras ingerir un café igualmente hirviendo, nos lanzamos de nuevo a completar la bajada, sigo tiritando y escucho por detrás la risa nerviosa de Patri “sigues tiritando Dani, vaya tela”. Joder, por Dios que venga ya el tramo de subida para que regrese el calor a mi cuerpo, nunca antes había deseado tanto que la carretera se empinara hacia arriba. Voy a estar tres días malo en la cama, verás. En fin, que vaya aventura, puertos de montaña sí, pero en invierno…NUNCA MAIS, Patri.

Perfil de Canencia


EVENTO 3: 10K DE ARANJUEZ.- O cómo hacer nuevamente mejor marca personal en la distancia y acabar decepcionado. Supongo que mi nivel de “pajillerismo mental” ha llegado ya a tal punto que me creo mejor de lo que realmente soy, y ni siquiera fui capaz de disfrutar de una gran carrera, que lo fue, ya que me auto-impuse unas expectativas tan altas que acabé jodido, pese a rebajar en casi un minuto mi anterior marca.

 Resumen rápido, mi intención, optimista, muy optimista, era hacer sub40, aunque realmente pensaba que lo normal sería hacer sub41, o como mucho, hacer sub42…así que, por supuesto hice 42:01, por sub-normal y claro, acabé jodido. Lo dicho, 50 segundos de mejora, pero fui un imbécil y no quise saborearlos. En la carrera fui bastante bien hasta el km7, pero desde allí hasta el km9 me vine inexplicablemente abajo (bueno, qué coño, era totalmente comprensible, si desde la Behobia apenas había entrenado la carrera 5-6 veces). Luego en el km9 apreté los dientes y me esforcé al máximo para arreglar el estropicio, pero el castigo fue ése, quedarme a dos malditos segundos de hacer una marca que me dejara medianamente satisfecho. Y pensar que 6 meses antes había bajado de 45 minutos, ya me parecía haber llegado al tope y era el tío más feliz del mundo. He seguido mejorando tres minutazos y no estoy del todo contento, ¿quién me entiende?, esto de la auto-exigencia es un coñazo, oiga.



Decepción en la entrada a meta

En fin, que lo mejor de la carrera fue compartir el día con algunos compañeros del club, Rober, Ángel (a Isa y Carlos no pude verles), por supuesto ganar nuevamente a Rober (je,je) y, sobre todo, pegarme un homenaje culinario en “El Molino” con Rob, el inglés extraterrestre, que también participaba y que por supuesto hizo un “marcón” el muy….(sub36, alucinas). Las gambas, chuletón, vino y demás que “nos regalamos” fue, sin duda, lo mejor del día…

Carnaza by Restaurante El Molino

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