miércoles, 21 de septiembre de 2016

LA PERICO 2016

Y nuevamente la vaguería literaria se ha apoderado de mí en los últimos meses, vaya tela.  
Vale que me “salte” a propósito la crónica del triatlón de Vitoria, distancia Ironman, que supuso un nuevo #DNF en mi exitosa carrera. Dos intentos, dos retiradas, 100% de fracasos. En fin, nunca debí intentar 2 Ironman en el mismo año, y menos con apenas 7 semanas de diferencia entre uno y otro. Pero eso lo sé ahora, claro.
Permítame el lector que aplace el análisis de este traspiés para un próximo post resumen del año 2016, vayamos a lo que nos ocupa, que es mi participación en “La Perico”.
LA PERICO. 165km, 4 puertos, 3 de 1ª categoría y 1 de 3ª, con +3000m de desnivel recorriendo la sierra de Madrid y Segovia, aquí, al ladito de casa. Estaba claro que algún año habría que hacerla.

Quizá no era el momento más adecuado, desfondado física y moralmente tras Vitoria, pero seguro que no sorprende a nadie que me meta en estos berenjenales sin meditarlo demasiado. Pues la hago y punto. Así lo decidí 2 semanas antes de la prueba, con las inscripciones a punto de agotarse.
Sin preparación apenas, simplemente con los kilómetros acumulados durante la primera mitad del año (que no fueron pocos), y dos salidas a la sierra en los dos fines de semana anteriores a la cita que se saldaron con una importante pájara el primer día y mejores sensaciones en la revancha posterior, haciendo 3 de los 4 puertos que se afrontan en la marcha cicloturista.
Y así me presenté en soledad el 14 de agosto, ufano de mí,  debajo del acueducto de Segovia, junto a otros 2.500 “masocas” (perdón, “masocos” y “masocas”), dispuesto a freírme en un día que se presentaba duro por el calor normal por estos lares y estas fechas.

Salida neutralizada hasta la Granja, y desde ahí, 155km de sufrimiento y ¿disfrute?...
Pues sí, disfrute. Esa era la idea, sin marcas ni tiempos previstos. Terminarla, tratar de pasarlo bien y sufrir lo menos posible.
De primer plato Navacerrada por Segovia, un 1ª,  por las llamadas “7 revueltas”. Nunca lo había afrontado por esa vertiente. Más chula que “la madrileña”, en mi opinión. Igual de dura.
Voy sin prisa pero sin pausa, sobre todo teniendo en cuenta que me he olvidado el Garmin en casa, así que sin datos, ni pulsos, ni leches. Por no llevar no llevo ni reloj, tendré que ir preguntando la hora constantemente para regular la ingesta de líquidos y sólidos.
Subes rodeado de muchos ciclistas, aquí sí se nota diferencia con el “Soplao” de carretera, en la que muchas veces vas muy solo. Voy buscando algún participante que me sirva como referencia y antes de darme cuenta hemos coronado el puerto, ya llevamos 30kms y sigo fresco cual lechuga, oiga.

El llano hasta Cotos con relativa tranquilidad y me preparo para afrontar la larga y peligrosa bajada hasta Rascafría. Como preveía muchos sustos y demasiadas caídas. La gente baja muy descontrolada. En una curva una ambulancia cuasi bloquea la carretera y hay que clavar frenos, madre mía qué miedo paso en la dichosa bajada.
Venga, vamos a por Morcuera.
La cara “larga” de Morcuera siempre se me atraganta, bueno, mejor dicho Morcuera siempre se me atraganta por cualquiera de sus vertientes.
Nuevamente busco y encuentro una referencia y junto a un tío de amarillo con una Orbea hago toda la subida, con el típico “te paso, me pasas, te paso, me pasas”. El calor ya aprieta, unos tíos del SestaoTri me adelantan hablando en euskera. Sólo les entiendo algo referente al “Eguzki” (Sol). Cuando llego a su altura les digo que sí, que el eguzki pega de lo lindo, y lo que te rondaré morena. Se ríen y asienten, seguramente pensando que este “vasco” del Atlético San Sebastián (luzco una ikurriña “asínnnnn” de grande en la espalda del maillot)  tiene un acento un poco extraño, como de "Madriz".

Corono Morcuera y repongo líquidos y sólido en el avituallamiento situado en la cima del puerto. Voy bien, 2 1ªs ya y me noto con fuerza.
Para abajo con cuidado hasta Miraflores e inmediatamente iniciamos el 3er puerto de la jornada, Canencia.
Tras el 1er rampón sé que el puerto es bastante llevadero, así que me emociono y subo el ritmo (lo pagaré luego, claro).
Hala, ya me he zampado Canencia, breve parada en el avituallamiento líquido y rápidamente ya estamos bajando otra vez. En el pueblo de Canencia me uno a una grupeta bastante maja que se está formando y juntos nos preparamos para llanear hasta Lozoya.
Aquí es cuando la cago del todo y me da por entrar al relevo como un loco, sobre todo cuando me adelanta una tía que me suelta una mirada en plan “quítate de en medio, paquete”. Acabáramos, pillo su rueda y la vuelvo a pasar, con las piernas picándome tela.
Total, que llego a Lozoya dándolo todo y ya verás tú, ya…
Efectivamente las 1as rampas de Navafría me ponen en mi sitio, tengo las piernas duras como piedras. Unos tíos del Pina-Toledo van haciendo chistes y gracietas que a mí ya no me hacen ni puta la gracia, voy frito y sus carcajadas me taladran el oído.
Los 11kms de esta última subida son interminables, los carteles anunciando el punto kilométrico siguiente parecen no llegar nunca. En el 5 de la subida ya voy muerto, y mentalmente tampoco me ayudo, “todavían quedan 6, no llevas ni la mitad”. Esa no es la actitud, Fonseca.
Tampoco ayuda la cantidad de “cycling deads” que veo tirados en las cunetas, estirando unos, llorando otros, fritos todos.

En fin, que con más pena que gloria llego al final del puerto y me tiro como un loco a por bebida y comida. La comida apenas me entra, mala señal. El último trozo de sándwich me da naúseas…buenoooooooo, Fonsecaaaaa, ¡ya empiezas!
Respiro profundamente y me siento un rato a digerir el momento y luchar contra el sudor frío y el amago de pájara.
Son 50kms a meta, 10 menos si descuento la bajada, 40kms que van a ser…muy duros, Fonseca.
Pienso incluso en la retirada, pero inmediatamente me viene a la cabeza el cachondeo y descojone general que esto produciría en mis queridos “amigos”, en especial los del triatlón La Sagra, de forma que me digo que no, que ni de coña me retiro.
Agarro la bici, me enchufo 2 geles de golpe (que me sientan como el puto culo), y me tiro para abajo entre escalofríos y temblores varios.
La bajada de Navafría es por un sucedáneo de asfalto criminal, vaya tela de bajada. Entre eso y que bajo blando y desorientado, cada curva es un susto y me veo abrazado a un pino, ya verás tú.

Llego al terrible llano final solo, sin compañía alguna y me digo que ni de coña afronto así 40 kilometritos…así que me instalo en unos cómodos 20kmh y ya pasará alguien, ya…
Efectivamente un mini-grupo de 4 me pasa y el último me dice:
“Venga, súbete al autobús”.
¡YA TE DIGO QUE ME SUBO!
Poco a poco los geles hacen su trabajo y las sensaciones mejoran, y así llego con la mini-grupeta al último avituallamiento líquido de Collado Hermoso, en el que trato de pararme lo menos posible para no prolongar mi agonía.
Nuevamente espero a que me alcance un grupo, esta vez más numeroso, comandado por 2 ciclistas del CC Arsan, Javier Escudero y Javier Pintor.
Los menciono expresamente porque el detalle que tuvieron el resto de componentes de la grupeta, unos 15 tíos, me pareció sencillamente lamentable.
Los 2 chavales tiraron de nosotros durante más de 20 kilómetros sin entrar ni Dios al relevo. No, yo tampoco entré al relevo, sencillamente no podía, si lo que quería era llegar a meta. Pues nada, a falta de 2 kilómetros, la gente como loca se pusó a tirar a muerte, dejando tirados a los chavales, lo que me pareció tristísimo. Los pobres no se lo podían creer…
“¿Has visto? Les llevamos y lo pagan así, total, para qué, ¿para entrar 30 segundos antes? ¿un minuto, quizás?”
Yo me mantuve a su rueda, y en recta de meta les dejé su espacio, para que entraran abrazados. Crucé tras ellos y les di las gracias por llevarme hasta la meta.



7 horas, 32 minutos y 37 segundos, dice la clasificación que tardé, el 2026 de 2350 que tomaron la salida, de los últimos, vamos. Yo creo que fue más, me parece que no tiene en cuenta el tramo inicial neutralizado hasta La Granja. Me debí quedar muy cerca de las 8 horitas de paliza, no lo sé porque como he dicho fui sin reloj.
Buena tunda, y es que nuevamente le perdí el respeto a este tipo de pruebas. Parece que, como ya soy un 3x Ironman, puedo afrontar cualquier reto sin entrenarlo ni prepararlo, y claro, luego llega el día y me ponen en mi sitio…
Pero, ¡qué coño!...ESTOY CONTENTO, he terminado La Perico, durísima marcha cicloturista bajo un sol y calor infernal.
Olé mis cojones.