Y nuevamente la vaguería literaria se ha apoderado de mí en
los últimos meses, vaya tela.
Vale que me “salte” a propósito la crónica del triatlón de
Vitoria, distancia Ironman, que supuso un nuevo #DNF en mi exitosa carrera. Dos
intentos, dos retiradas, 100% de fracasos. En fin, nunca debí intentar 2
Ironman en el mismo año, y menos con apenas 7 semanas de diferencia entre uno y
otro. Pero eso lo sé ahora, claro.
Permítame el lector que aplace el análisis de este traspiés
para un próximo post resumen del año 2016, vayamos a lo que nos ocupa, que es
mi participación en “La Perico”.
LA PERICO. 165km, 4 puertos, 3 de 1ª categoría y 1 de 3ª,
con +3000m de desnivel recorriendo la sierra de Madrid y Segovia, aquí, al
ladito de casa. Estaba claro que algún año habría que hacerla.
Quizá no era el momento más adecuado, desfondado física y
moralmente tras Vitoria, pero seguro que no sorprende a nadie que me meta en
estos berenjenales sin meditarlo demasiado. Pues la hago y punto. Así lo decidí
2 semanas antes de la prueba, con las inscripciones a punto de agotarse.
Sin preparación apenas, simplemente con los kilómetros
acumulados durante la primera mitad del año (que no fueron pocos), y dos
salidas a la sierra en los dos fines de semana anteriores a la cita que se
saldaron con una importante pájara el primer día y mejores sensaciones en la
revancha posterior, haciendo 3 de los 4 puertos que se afrontan en
la marcha cicloturista.
Y así me presenté en soledad el 14 de agosto, ufano de mí, debajo del
acueducto de Segovia, junto a otros 2.500 “masocas” (perdón, “masocos” y “masocas”),
dispuesto a freírme en un día que se presentaba duro por el calor normal por
estos lares y estas fechas.
Salida neutralizada hasta la Granja, y desde ahí, 155km de
sufrimiento y ¿disfrute?...
Pues sí, disfrute. Esa era la idea, sin marcas ni tiempos
previstos. Terminarla, tratar de pasarlo bien y sufrir lo menos posible.
De primer plato Navacerrada por Segovia, un 1ª, por las llamadas “7 revueltas”. Nunca lo había
afrontado por esa vertiente. Más chula que “la madrileña”, en mi opinión. Igual
de dura.
Voy sin prisa pero sin pausa, sobre todo teniendo en cuenta que
me he olvidado el Garmin en casa, así que sin datos, ni pulsos, ni leches. Por
no llevar no llevo ni reloj, tendré que ir preguntando la hora constantemente para regular la
ingesta de líquidos y sólidos.
Subes rodeado de muchos ciclistas, aquí sí se nota
diferencia con el “Soplao” de carretera, en la que muchas veces vas muy solo.
Voy buscando algún participante que me sirva como referencia y antes de darme
cuenta hemos coronado el puerto, ya llevamos 30kms y sigo fresco cual lechuga,
oiga.
El llano hasta Cotos con relativa tranquilidad y me preparo
para afrontar la larga y peligrosa bajada hasta Rascafría. Como preveía muchos
sustos y demasiadas caídas. La gente baja muy descontrolada. En una curva una
ambulancia cuasi bloquea la carretera y hay que clavar frenos, madre mía qué
miedo paso en la dichosa bajada.
Venga, vamos a por Morcuera.
La cara “larga” de Morcuera siempre se me atraganta, bueno,
mejor dicho Morcuera siempre se me atraganta por cualquiera de sus vertientes.
Nuevamente busco y encuentro una referencia y junto a un tío
de amarillo con una Orbea hago toda la subida, con el típico “te paso, me
pasas, te paso, me pasas”. El calor ya aprieta, unos tíos del SestaoTri me
adelantan hablando en euskera. Sólo les entiendo algo referente al “Eguzki”
(Sol). Cuando llego a su altura les digo que sí, que el eguzki pega de lo
lindo, y lo que te rondaré morena. Se ríen y asienten, seguramente pensando que
este “vasco” del Atlético San Sebastián (luzco una ikurriña “asínnnnn” de grande en la espalda del
maillot) tiene un acento un poco extraño, como de "Madriz".
Corono Morcuera y repongo líquidos y sólido en el
avituallamiento situado en la cima del puerto. Voy bien, 2 1ªs ya y me noto con
fuerza.
Para abajo con cuidado hasta Miraflores e inmediatamente
iniciamos el 3er puerto de la jornada, Canencia.
Tras el 1er rampón sé que el puerto es bastante llevadero,
así que me emociono y subo el ritmo (lo pagaré luego, claro).
Hala, ya me he zampado Canencia, breve parada en el
avituallamiento líquido y rápidamente ya estamos bajando otra vez. En el pueblo
de Canencia me uno a una grupeta bastante maja que se está formando y juntos
nos preparamos para llanear hasta Lozoya.
Aquí es cuando la cago del todo y me da por entrar al relevo
como un loco, sobre todo cuando me adelanta una tía que me suelta una mirada en plan
“quítate de en medio, paquete”. Acabáramos, pillo su rueda y la vuelvo a pasar,
con las piernas picándome tela.
Total, que llego a Lozoya dándolo todo y ya verás tú, ya…
Efectivamente las 1as rampas de Navafría me ponen en mi
sitio, tengo las piernas duras como piedras. Unos tíos del Pina-Toledo van
haciendo chistes y gracietas que a mí ya no me hacen ni puta la gracia, voy frito y sus
carcajadas me taladran el oído.
Los 11kms de esta última subida son interminables, los carteles
anunciando el punto kilométrico siguiente parecen no llegar nunca. En el 5 de
la subida ya voy muerto, y mentalmente tampoco me ayudo, “todavían quedan 6, no
llevas ni la mitad”. Esa no es la actitud, Fonseca.
Tampoco ayuda la cantidad de “cycling deads” que veo tirados
en las cunetas, estirando unos, llorando otros, fritos todos.
En fin, que con más pena que gloria llego al final del
puerto y me tiro como un loco a por bebida y comida. La comida apenas me entra,
mala señal. El último trozo de sándwich me da naúseas…buenoooooooo,
Fonsecaaaaa, ¡ya empiezas!
Respiro profundamente y me siento un rato a digerir el
momento y luchar contra el sudor frío y el amago de pájara.
Son 50kms a meta, 10 menos si descuento la bajada, 40kms que
van a ser…muy duros, Fonseca.
Pienso incluso en la retirada, pero inmediatamente me viene
a la cabeza el cachondeo y descojone general que esto produciría en mis
queridos “amigos”, en especial los del triatlón La Sagra, de forma que me digo
que no, que ni de coña me retiro.
Agarro la bici, me enchufo 2 geles de golpe (que me sientan
como el puto culo), y me tiro para abajo entre escalofríos y temblores varios.
La bajada de Navafría es por un sucedáneo de asfalto
criminal, vaya tela de bajada. Entre eso y que bajo blando y desorientado, cada
curva es un susto y me veo abrazado a un pino, ya verás tú.
Llego al terrible llano final solo, sin compañía alguna y me
digo que ni de coña afronto así 40 kilometritos…así que me instalo en unos
cómodos 20kmh y ya pasará alguien, ya…
Efectivamente un mini-grupo de 4 me pasa y el último me
dice:
“Venga, súbete al autobús”.
¡YA TE DIGO QUE ME SUBO!
Poco a poco los geles hacen su trabajo y las sensaciones mejoran, y así llego con la mini-grupeta al último avituallamiento líquido de
Collado Hermoso, en el que trato de pararme lo menos posible para no prolongar
mi agonía.
Nuevamente espero a que me alcance un grupo, esta vez más
numeroso, comandado por 2 ciclistas del CC Arsan, Javier Escudero y Javier
Pintor.
Los menciono expresamente porque el detalle que tuvieron el
resto de componentes de la grupeta, unos 15 tíos, me pareció sencillamente
lamentable.
Los 2 chavales tiraron de nosotros durante más de 20
kilómetros sin entrar ni Dios al relevo. No, yo tampoco entré al relevo,
sencillamente no podía, si lo que quería era llegar a meta. Pues nada, a falta de 2
kilómetros, la gente como loca se pusó a tirar a muerte, dejando tirados a los
chavales, lo que me pareció tristísimo. Los pobres no se lo podían creer…
“¿Has visto? Les llevamos y lo pagan así, total, para qué, ¿para entrar 30 segundos antes?
¿un minuto, quizás?”
Yo me mantuve a su rueda, y en recta de meta les dejé su
espacio, para que entraran abrazados. Crucé tras ellos y les di las gracias por
llevarme hasta la meta.
7 horas, 32 minutos y 37 segundos, dice la clasificación que
tardé, el 2026 de 2350 que tomaron la salida, de los últimos, vamos. Yo creo
que fue más, me parece que no tiene en cuenta el tramo inicial neutralizado
hasta La Granja. Me debí quedar muy cerca de las 8 horitas de paliza, no lo sé
porque como he dicho fui sin reloj.
Buena tunda, y es que nuevamente le perdí el respeto a este
tipo de pruebas. Parece que, como ya soy un 3x Ironman, puedo afrontar cualquier
reto sin entrenarlo ni prepararlo, y claro, luego llega el día y me ponen en mi
sitio…
Pero, ¡qué coño!...ESTOY CONTENTO, he terminado La Perico,
durísima marcha cicloturista bajo un sol y calor infernal.
Olé mis cojones.