lunes, 18 de agosto de 2014

ROCKY MOUNTAIN HIGH


No, no me ha dado por el folk o el country (la verdad es que nunca he sabido diferenciar ambos estilos). Aunque reconozco que la cancioncita de John Denver tiene su gracia.
 

Me estoy refiriendo más bien a otras “Montañas Rocosas”, las que forman parte de la mucho más cercana sierra de Madrid.

Estas últimas dos semanas he retomado las subidas a la sierra con mi Nekane, no había vuelto desde hace tiempo, de hecho este año sólo recuerdo una subida con Manolo y mi compi del club, Carlos “el tronista”. Y de eso hacía por lo menos 3 ó 4 meses, aún hacía frío y “sólo” pudimos subir Canencia.

Dos domingos en los que me lo he pasado realmente bien emulando a un ídolo de mi infancia, José Luis Laguía. Para muchos, sobre todo los más jóvenes, será un completo desconocido, pero los que, como yo, hemos destrozado pantalones en los 80 arrastrándonos por la arena para construir las “carreteras” que formaban parte de la “Vuelta Ciclista a España” en formato chapas, sabrán perfectamente de quien hablo.

José Luis Laguía era mi preferido. Ciclista del Reynolds, ganaba un año sí y otro también el maillot rojo que distinguía al mejor escalador, ganador del Gran Premio de la Montaña de La Vuelta.

Y así me he sentido estas dos semanas, como un escalador nato. Bueno, seamos serios, mido casi 2m y peso 87kgs. Cuerpo de escalador no tengo, ni posiblemente aptitudes. Pero me lo paso bien subiendo, tengo ese puntito masoca que me hace disfrutar en un entorno que claramente no se adapta a mis capacidades técnicas y físicas, pero me mola, y punto.

JORNADA DEL 10 DE AGOSTO: El pasado día 10 partimos hacia Collado Mediano Óscar, Rob “el inglés” y una humilde servidora, donde nos esperaría el “autóctono” Manolo, mi colega-peluquero-bicicletero. También se supone que iba a venir Kike, otro compi del club, pero una vez más (y van…) volvió a dejarnos tirado, y eso pese a comprometer su presencia días antes frente a muchos, muchos testigos. Que si temas laborales, que si la abuela fuma en pipa…

La ruta está previamente fijada, poco menos de 100kms y dos puertos de 1ª categoría que salvar en el camino, Morcuera y Cotos.

De camino a Soto del Real, en terreno llano vamos medio de paseo, sin apretarnos en absoluto y charlando relajadamente. Una vez enfilamos hacia Miraflores la carretera se empina y dejamos de charlar “relajadamente”. Más bien empiezan los jadeos y la respiración entrecortada. Tras calentar piernas en las rampas que anteceden a dicha población llega el primer “coloso” de la jornada, MORCUERA.

A mí el año pasado se me atragantó bastante, así que le tengo bastante respeto, por lo que decido tomármelo con calma. No así Rob, que pronto pega un acelerón y tira en solitario para arriba. Manolo me frena y me dice que aguante, que esta no es nuestra guerra.

“Los excesos en Morcuera se pagan caros luego en Cotos”, comenta.

Lo sé, yo a lo mío, Manolo. Subo bien, controlando el pulso y dejándolo en torno a 140 pulsaciones en toda la subida. Es lo fijado por mi entrenador, así que trato de no subir ni bajar mucho, siempre 140 como objetivo.

Vamos los tres, Manolo, Óscar y yo, juntos toda la subida, excepto al final ya que Óscar queda atrás ligeramente descolgado. Las últimas rampas “escuecen” especialmente, pero he subido realmente cómodo.

Rob nos está esperando en la cima y enseguida tiramos para abajo. Rob y Óscar se lanzan a tumba abierta, pero yo le tengo mucho respeto a esta bajada, tras mi caída el año pasado. Manolo me espera y me marca el camino, en un descenso que se ve entorpecido en parte por un coche que baja aún peor que yo y…¡¡una vaca!!, que bloquea parte de la calzada y que nos hace frenar con brusquedad para sortearla.


Una vez en Rascafría paramos a tomar una coca-cola, todos menos Rob, que dice no tomar alcohol ni bebidas azucaradas.

Mientras degustamos la coca-cola y el azúcar alimenta nuestro torrente sanguíneo, Rob descubre que AÚN nos queda otra subida. Sorprendido comenta que pensaba que sólo era una. Por supuesto yo ya le había avisado que eran DOS puertos, y finalmente reconoce que efectivamente se lo había advertido pero que lo había olvidado. Para rematarlo Óscar le avisa que COTOS es peor mentalmente que Morcuera, quizá no tan exigente a nivel de desnivel y dureza de las rampas, pero muy , muy largo, agotador y en cierta medida también tedioso.

Tras llanear unos pocos kilómetros y dejar atrás el monasterio del Paular,  el puerto comienza a “coger forma” y Rob nuevamente decide atacar. Esta vez no lo hace de forma tan decidida como en Morcuera y enseguida veo que la distancia no sólo no aumenta, sino que se mantiene, siempre teniéndole a la vista. Manolo huele sangre y salta a por él, y yo voy detrás. Óscar queda atrás, poco dado a responder a ataques y sí prefiriendo ir a ritmo constante.

Damos cuenta de Rob y le rebasamos, tengo que esforzarme para llegar hasta Manolo, que va jugando conmigo, dejando que me acerque para volver a acelerar y soltarme. Finalmente me espera y juntos continuamos la segunda parte del puerto. Manolo se conoce cada centímetro, cada piedra en el camino de estos puertos. Me va preguntando constantemente por mis pulsaciones y frenando cuando ve que me acelero. Finalmente, a 2km para la cima, me pregunta si me veo con fuerzas. Le digo que sí y me dice:

“Venga, tira para arriba a tope, no mires el pulsómetro, cuando creas que no puedes más tú sigue, no pares hasta la cima…”

Allá que voy, le suelto, aprieto los dientes y ya no paro hasta llegar arriba. Las piernas pican pero me siento fuerte y poderoso. Corono levántandome del sillín rabioso y con un par de senderistas que contemplan mi ascensión final jaleando y dándome fuerzas en esos últimos metros.
 

2 minutos despúes llega Manolo, a los 7 minutos aparece Óscar, que avisa que Rob ha reventado y que incluso ha tenido que parar. Finalmente a los 11 minutos aparece Rob, la cara blanca, pálida, descompuesta. Reconoce que no se ha alimentado bien y no ha medido sus fuerzas, denotando cierta vergüenza en sus palabras.

No tiene más comida, así que le doy el gel que me sobra, le va a hacer falta si quiere llegar hasta el final.

El final es sencillo, sólo quedar llanear 6km hasta el alto de Navacerrada y luego “dejarse caer” hasta Collado Mediano en una bajada salvaje, donde casi alcanzo los 80kmh.

Como Óscar el año pasado cuando también sufrió lo suyo en Cotos, el gel que le doy a Rob obra el consiguiente milagro y pronto el amigo inglés recupera el color y la sonrisa. Pese a la “pájara” reconoce habérselo pasado realmente bien, así que los 4 decidimos repetir la siguiente semana…

JORNADA DEL 17 DE AGOSTO: 7 días después de nuevo estamos los mismos 4 dispuestos a afrontar una apasionante jornada de sierra, puertos, calor, sufrimiento y diversión. Conociendo a Rob, dada su competitividad y carácter algo obsesivo, estoy seguro de que la semana previa ha estado entrenando a base de bien, series “a saco” en el rodillo, cámara hiperbárica (esto último es broma, que yo sepa no dispone de una) y alimentación adecuada  como para darnos bastante guerra en esta ocasión.

Decidimos hacer el camino inverso con respecto al de la semana anterior. Es decir que subiremos Navacerrada nada más salir, llanearemos hasta Cotos, bajada hasta Rascafría para subir Morcuera por la otra cara. Dejamos para el final “sólo” 40km del llano que nos traerá de vuelta a Collado Mediano.

Efectivamente Rob hoy viene guerrero, y pronto ataca en la subida a Navacerrada. Yo dudo un poco, Manolo me pide que frene, que sea prudente. Le hago caso un par de kilómetros, pero finalmente decido saltar a por el inglés, al que ya he perdido de vista. Óscar me sigue y Manolo se queda atrás, va muy alto de “vueltas”, según él. Suelto también a Óscar y me quedo solo, el corazón en torno a 150 pulsaciones ya hasta el final. Brutal último kilómetro donde cedo un poco y Óscar recupera el terreno perdido y corona apenas unos segundos detrás de mí. Rob nos ha metido un par de minutos, y nosotros otro par a Manolo, que enrabietado comienza el llaneo a Cotos a más de 40kmh. Ya no habrá más descanso ni contemplaciones en el resto de la jornada. Los “palos”, ataques y contraataques se sucederán de aquí hasta el final.

Me cuesta seguir el ritmo en el llano y estoy helado, aún no son las 10 de la mañana y aquí arriba, a casi 2000m, hace frío. Me subo el maillot todo lo que puedo y pronto nos lanzamos a muerte bajando Cotos en dirección Rascafría. Manolo avisa que la bajada es peligrosa, muchas zonas de contraste sol-sombra que puede hacerte perder la referencia de las cuervas, cerradas muchas de ellas.

Rob se pone a cola en la bajada para grabarnos con la GoPro que tiene instalada en el manillar, qué divertido va a ser luego visionar el descenso. Me pego un par de sustos en, efectivamente, alguna curva que se cierra más de lo previsto, pero consigo llegar sano y salvo a Rascafría, donde nos reciben los últimos borrachos que dan aún cuenta de la noche de fiestas patronales que vive la población. Nos saludan y animan con sus caras descompuestas, caminar inseguro y cánticos populares...el vino que tiene Asunción, no es blanco, ni es tinto…

A por Morcuera que vamos ahora.

Recordaba esta subida como larga, pero no TAN, TAN larga. Se me hizo interminable. Pronto atacó Manolo, salta tras él Rob y le supera, queda en tierra de nadie Óscar, y yo atrás, sin capacidad de reacción. No puedo, las piernas no me responden tras habérseme quedado heladas en la bajada de Cotos.

Poco a poco voy entrando en calor y supero a Óscar, a Manolo le tengo a la vista y parece que le empiezo a recuperar terreno, no veo a Rob.

Qué largo se me hace este puerto por esta cara. Larguísimo. Y qué mal rollo da echar la vista arriba y ver varios buitres sobrevolarte mientras sufres lo indecible. Como la semana anterior toca esquivar vacas, que además esta vez me cortan el ritmito cansino que había logrado mantener. Definitivamente esta vez no me veo tan fuerte en el segundo puerto como en la semana anterior.

No logro coger a Manolo, que se me escapa al final. Rob nos mete 7, 9 y 14 minutos, respectivamente. Su venganza se ha consumado.

Fotito de rigor en la cima de Morcuera.


Bajamos hasta Miraflores y en la bajada Rob pierde su súper-bidón con forma aerodinámica. Mala suerte.

Decidimos parar a comer algo en Soto del Real para “cargar el depósito” y afrontar los 30kms finales. Rob duda si saltarse su estricta dieta anti-dulces, pero yo casi le obligo no vaya a ser que el tío del Mazo asome de nuevo…

Esos últimos 30kms podíamos haberlos hecho de forma relajada, tras una dura jornada de montaña…pero nada más lejos de la realidad. Rob y Manolo se alternan en los relevos y con algo de viento a favor no dejan que el velocímetro baje de los 38-40kmh. Óscar y yo sufrimos para mantener el ritmo.

Cuando giramos en Cerceda parece que todos damos por finalizada la batalla y regresamos a un ritmo cómodo y trotón.

Pero me aburro, así que en el último repecho en Becerril pego de nuevo el palo y decido agotar mis ya escasas fuerzas, Manolo salta detrás de mí, me pasa y tira como un loco. Rob finalmente nos supera a ambos y ya no para hasta el final de la ruta. Sonrío mientras las piernas me pican una barbaridad y el corazón se me dispara.


Y así acabamos la jornada. Rob satisfecho por haberse rehecho de la jornada anterior y habernos dado “p´al pelo”, yo exhausto y feliz tras haber disfrutado de una divertidísima jornada, Manolo maldiciendo las 170 pulsaciones a las que ha puesto su corazón a su edad, en este ataque final y Óscar quejándose de no haber vivido un final de ruta algo más tranquilo y sosegado.
Cosas del ciclismo, ya se sabe.