No, no me ha dado por el folk o el country (la verdad es que
nunca he sabido diferenciar ambos estilos). Aunque reconozco que la cancioncita
de John Denver tiene su gracia.
Me estoy refiriendo más bien a otras “Montañas Rocosas”, las
que forman parte de la mucho más cercana sierra de Madrid.
Estas últimas dos semanas he retomado las subidas a la
sierra con mi Nekane, no había vuelto desde hace tiempo, de hecho este año sólo
recuerdo una subida con Manolo y mi compi del club, Carlos “el tronista”. Y de
eso hacía por lo menos 3 ó 4 meses, aún hacía frío y “sólo” pudimos subir
Canencia.
Dos domingos en los que me lo he pasado realmente bien emulando
a un ídolo de mi infancia, José Luis Laguía. Para muchos, sobre todo los más
jóvenes, será un completo desconocido, pero los que, como yo, hemos destrozado
pantalones en los 80 arrastrándonos por la arena para construir las “carreteras”
que formaban parte de la “Vuelta Ciclista a España” en formato chapas, sabrán
perfectamente de quien hablo.
José Luis Laguía era mi preferido. Ciclista del Reynolds,
ganaba un año sí y otro también el maillot rojo que distinguía al mejor
escalador, ganador del Gran Premio de la Montaña de La Vuelta.
Y así me he sentido estas dos semanas, como un escalador
nato. Bueno, seamos serios, mido casi 2m y peso 87kgs. Cuerpo de escalador no
tengo, ni posiblemente aptitudes. Pero me lo paso bien subiendo, tengo ese
puntito masoca que me hace disfrutar en un entorno que claramente no se adapta
a mis capacidades técnicas y físicas, pero me mola, y punto.
JORNADA DEL 10 DE AGOSTO: El pasado día 10 partimos hacia
Collado Mediano Óscar, Rob “el inglés” y una humilde servidora, donde nos
esperaría el “autóctono” Manolo, mi colega-peluquero-bicicletero. También se
supone que iba a venir Kike, otro compi del club, pero una vez más (y van…) volvió
a dejarnos tirado, y eso pese a comprometer su presencia días antes frente a
muchos, muchos testigos. Que si temas laborales, que si la abuela fuma en pipa…
La ruta está previamente fijada, poco menos de 100kms y dos
puertos de 1ª categoría que salvar en el camino, Morcuera y Cotos.
De camino a Soto del Real, en terreno llano vamos medio de
paseo, sin apretarnos en absoluto y charlando relajadamente. Una vez enfilamos
hacia Miraflores la carretera se empina y dejamos de charlar “relajadamente”.
Más bien empiezan los jadeos y la respiración entrecortada. Tras calentar
piernas en las rampas que anteceden a dicha población llega el primer “coloso”
de la jornada, MORCUERA.
A mí el año pasado se me atragantó bastante, así que le
tengo bastante respeto, por lo que decido tomármelo con calma. No así Rob, que
pronto pega un acelerón y tira en solitario para arriba. Manolo me frena y me
dice que aguante, que esta no es nuestra guerra.
“Los excesos en Morcuera se pagan caros luego en Cotos”,
comenta.
Lo sé, yo a lo mío, Manolo. Subo bien, controlando el pulso
y dejándolo en torno a 140 pulsaciones en toda la subida. Es lo fijado por mi
entrenador, así que trato de no subir ni bajar mucho, siempre 140 como objetivo.
Vamos los tres, Manolo, Óscar y yo, juntos toda la subida,
excepto al final ya que Óscar queda atrás ligeramente descolgado. Las últimas
rampas “escuecen” especialmente, pero he subido realmente cómodo.
Rob nos está esperando en la cima y enseguida tiramos para
abajo. Rob y Óscar se lanzan a tumba abierta, pero yo le tengo mucho respeto a
esta bajada, tras mi caída el año pasado. Manolo me espera y me marca el
camino, en un descenso que se ve entorpecido en parte por un coche que baja aún
peor que yo y…¡¡una vaca!!, que bloquea parte de la calzada y que nos hace
frenar con brusquedad para sortearla.
Una vez en Rascafría paramos a tomar una coca-cola, todos menos
Rob, que dice no tomar alcohol ni bebidas azucaradas.
Mientras degustamos la coca-cola y el azúcar alimenta
nuestro torrente sanguíneo, Rob descubre que AÚN nos queda otra subida.
Sorprendido comenta que pensaba que sólo era una. Por supuesto yo ya le había
avisado que eran DOS puertos, y finalmente reconoce que efectivamente se lo
había advertido pero que lo había olvidado. Para rematarlo Óscar le avisa que
COTOS es peor mentalmente que Morcuera, quizá no tan exigente a nivel de
desnivel y dureza de las rampas, pero muy , muy largo, agotador y en cierta medida
también tedioso.
Tras llanear unos pocos kilómetros y dejar atrás el
monasterio del Paular, el puerto
comienza a “coger forma” y Rob nuevamente decide atacar. Esta vez no lo hace de
forma tan decidida como en Morcuera y enseguida veo que la distancia no sólo no
aumenta, sino que se mantiene, siempre teniéndole a la vista. Manolo huele
sangre y salta a por él, y yo voy detrás. Óscar queda atrás, poco dado a
responder a ataques y sí prefiriendo ir a ritmo constante.
Damos cuenta de Rob y le rebasamos, tengo que
esforzarme para llegar hasta Manolo, que va jugando conmigo, dejando que me
acerque para volver a acelerar y soltarme. Finalmente me espera y juntos
continuamos la segunda parte del puerto. Manolo se conoce cada centímetro, cada
piedra en el camino de estos puertos. Me va preguntando constantemente por mis
pulsaciones y frenando cuando ve que me acelero. Finalmente, a 2km para la
cima, me pregunta si me veo con fuerzas. Le digo que sí y me dice:
“Venga, tira para arriba a tope, no mires el pulsómetro,
cuando creas que no puedes más tú sigue, no pares hasta la cima…”
Allá que voy, le suelto, aprieto los dientes y ya no paro
hasta llegar arriba. Las piernas pican pero me siento fuerte y poderoso. Corono
levántandome del sillín rabioso y con un par de senderistas que contemplan mi ascensión final jaleando y dándome
fuerzas en esos últimos metros.
2 minutos despúes llega Manolo, a los 7 minutos aparece
Óscar, que avisa que Rob ha reventado y que incluso ha tenido que parar. Finalmente
a los 11 minutos aparece Rob, la cara blanca, pálida, descompuesta. Reconoce
que no se ha alimentado bien y no ha medido sus fuerzas, denotando cierta vergüenza
en sus palabras.
No tiene más comida, así que le doy el gel que me sobra, le
va a hacer falta si quiere llegar hasta el final.
El final es sencillo, sólo quedar llanear 6km
hasta el alto de Navacerrada y luego “dejarse caer” hasta Collado Mediano en
una bajada salvaje, donde casi alcanzo los 80kmh.
Como Óscar el año pasado cuando también sufrió lo suyo en
Cotos, el gel que le doy a Rob obra el consiguiente milagro y pronto el amigo
inglés recupera el color y la sonrisa. Pese a la “pájara” reconoce habérselo
pasado realmente bien, así que los 4 decidimos repetir la siguiente semana…
JORNADA DEL 17 DE AGOSTO: 7 días después de nuevo estamos
los mismos 4 dispuestos a afrontar una apasionante jornada de sierra, puertos,
calor, sufrimiento y diversión. Conociendo a Rob, dada su competitividad y
carácter algo obsesivo, estoy seguro de que la semana previa ha estado
entrenando a base de bien, series “a saco” en el rodillo, cámara hiperbárica
(esto último es broma, que yo sepa no dispone de una) y alimentación adecuada como para darnos bastante guerra en esta
ocasión.
Decidimos hacer el camino inverso con respecto al de la
semana anterior. Es decir que subiremos Navacerrada nada más salir, llanearemos
hasta Cotos, bajada hasta Rascafría para subir Morcuera por la otra cara. Dejamos
para el final “sólo” 40km del llano que nos traerá de vuelta a Collado Mediano.
Efectivamente Rob hoy viene guerrero, y pronto ataca en la
subida a Navacerrada. Yo dudo un poco, Manolo me pide que frene, que sea
prudente. Le hago caso un par de kilómetros, pero finalmente decido saltar a
por el inglés, al que ya he perdido de vista. Óscar me sigue y Manolo se queda
atrás, va muy alto de “vueltas”, según él. Suelto también a Óscar y me quedo
solo, el corazón en torno a 150 pulsaciones ya hasta el final. Brutal último
kilómetro donde cedo un poco y Óscar recupera el terreno perdido y corona
apenas unos segundos detrás de mí. Rob nos ha metido un par de minutos, y
nosotros otro par a Manolo, que enrabietado comienza el llaneo a Cotos a más de
40kmh. Ya no habrá más descanso ni contemplaciones en el resto de la jornada.
Los “palos”, ataques y contraataques se sucederán de aquí hasta el final.
Me cuesta seguir el ritmo en el llano y estoy helado, aún no
son las 10 de la mañana y aquí arriba, a casi 2000m, hace frío. Me subo el
maillot todo lo que puedo y pronto nos lanzamos a muerte bajando Cotos en
dirección Rascafría. Manolo avisa que la bajada es peligrosa, muchas zonas de
contraste sol-sombra que puede hacerte perder la referencia de las cuervas,
cerradas muchas de ellas.
Rob se pone a cola en la bajada para grabarnos con la GoPro
que tiene instalada en el manillar, qué divertido va a ser luego visionar el
descenso. Me pego un par de sustos en, efectivamente, alguna curva que se
cierra más de lo previsto, pero consigo llegar sano y salvo a Rascafría, donde
nos reciben los últimos borrachos que dan aún cuenta de la noche de fiestas
patronales que vive la población. Nos saludan y animan con sus caras
descompuestas, caminar inseguro y cánticos populares...el vino que tiene
Asunción, no es blanco, ni es tinto…
A por Morcuera que vamos ahora.
Recordaba esta subida como larga, pero no TAN, TAN larga. Se me hizo interminable.
Pronto atacó Manolo, salta tras él Rob y le supera, queda en tierra de nadie Óscar,
y yo atrás, sin capacidad de reacción. No puedo, las piernas no me responden
tras habérseme quedado heladas en la bajada de Cotos.
Poco a poco voy entrando en calor y supero a Óscar, a Manolo
le tengo a la vista y parece que le empiezo a recuperar terreno, no veo a Rob.
Qué largo se me hace este puerto por esta cara. Larguísimo.
Y qué mal rollo da echar la vista arriba y ver varios buitres sobrevolarte
mientras sufres lo indecible. Como la semana anterior toca esquivar vacas, que
además esta vez me cortan el ritmito cansino que había logrado mantener.
Definitivamente esta vez no me veo tan fuerte en el segundo puerto como en la semana
anterior.
No logro coger a Manolo, que se me escapa al final. Rob nos
mete 7, 9 y 14 minutos, respectivamente. Su venganza se ha consumado.
Fotito de rigor en la cima de Morcuera.
Bajamos hasta Miraflores y en la bajada Rob pierde su súper-bidón
con forma aerodinámica. Mala suerte.
Decidimos parar a comer algo en Soto del Real para “cargar
el depósito” y afrontar los 30kms finales. Rob duda si saltarse su estricta
dieta anti-dulces, pero yo casi le obligo no vaya a ser que el tío del Mazo
asome de nuevo…
Esos últimos 30kms podíamos haberlos hecho de forma
relajada, tras una dura jornada de montaña…pero nada más lejos de la realidad.
Rob y Manolo se alternan en los relevos y con algo de viento a favor no dejan
que el velocímetro baje de los 38-40kmh. Óscar y yo sufrimos para mantener el
ritmo.
Cuando giramos en Cerceda parece que todos damos por
finalizada la batalla y regresamos a un ritmo cómodo y trotón.
Pero me aburro, así que en el último repecho en Becerril pego
de nuevo el palo y decido agotar mis ya escasas fuerzas, Manolo salta detrás de
mí, me pasa y tira como un loco. Rob finalmente nos supera a ambos y ya no para
hasta el final de la ruta. Sonrío mientras las piernas me pican una barbaridad
y el corazón se me dispara.
Y así acabamos la jornada. Rob satisfecho por haberse
rehecho de la jornada anterior y habernos dado “p´al pelo”, yo exhausto y feliz
tras haber disfrutado de una divertidísima jornada, Manolo maldiciendo las 170
pulsaciones a las que ha puesto su corazón a su edad, en este ataque final y Óscar quejándose de no
haber vivido un final de ruta algo más tranquilo y sosegado.
Cosas del ciclismo, ya se sabe.