Si hace 7 años,
la primera vez que escuché la palabra Ironman, al leer que un empleado de la
empresa alemana para la que trabajaba había ganado su grupo de edad en el
Campeonato Europeo en Frankfurt, alguien me hubiera dicho que yo un día estaría
en la línea de salida de una prueba similar, le hubiera dicho que dejara las
drogas, que le sentaban fatal, qué necesidad tendría nadie de nadar 3,8Km,
estar 180km sobre una bici y luego correr un maratón. Una cosa de locos, una
barbaridad. Y sin embargo, ahí estoy, a menos de tres días de hacerlo.
Si hace 3 años,
tras salir a correr por primera vez en mi vida (años de colegio aparte),
alguien me hubiera dicho que haría medios maratones como el que no quiere la
cosa, le hubiera tomado por loco. Aquel día no aguanté ni 15 minutos y echaba
el hígado por la boca, me parecía imposible acabar los 20K que me había
propuesto hacer con apenas 2 meses de preparación. Y sin embargo lo hice, lo
acabé, y luego vinieron 8 ó 10 más, amén de miles de kilómetros de
entrenamiento y decenas de competiciones en múltiples distancias. Aquel día
hace 3 años realmente fue el inicio de toda esta locura. Me puse a correr, y como Forrest Gump (corre,
Forrest, corre…), aún no he parado.
Si hace 2 años
alguien me hubiera dicho que acabaría amando el ciclismo, que subiría tres
puertos de 1ª categoría en un día, que estaría 120-130-150km montado en una
bicicleta, le hubiera dicho que dejara de decir tonterías, que la bicicleta es
un instrumento de tortura sólo apto para majaderos (bueno, esto lo sigo
pensando). Y sin embargo estoy preparado para afrontar los 180km que me
esperan, montado en mi querida “Nekane”. Preparado y ansioso.
Si hace sólo 1
año, cuando acabé mi primer triatlón en distancia sprint, con más pena que
gloria, agotado y muerto, alguien me hubiera dicho que en menos de 12
meses estaría preparado para afrontar la “gran distancia”, le hubiera dicho que
me diera un poco de “eso” que estaba tomando, que yo también quería fliparlo en
colores. Un Ironman quedaba muy lejos, mínimo 2 ó 3 años para prepararlo. Y
aquí me tienes compañero, en la mejor forma física de mi vida, dispuesto a
comerme los 226km uno detrás de otro.
Si alguien,
estimado lector, me hubiera dicho todo
esto hace un tiempo, me hubiera reído en su cara.
Pero allá que voy.
No he tomado aún
la salida, pero ya he ganado. Poco me importa si consigo acabarlo o no.
Solamente emprender el viaje mañana a Huelva habrá merecido la pena.
Ya he vencido. He
vencido al cansancio, a la fatiga, al dolor y la pereza. A la incertidumbre, la
incredulidad y las dudas, incluso a las lágrimas y el llanto, a la impotencia y
la rabia.
Viajar mañana con
Ruth y con Natalia, su hermana, ya es una victoria. Compartir el gran día con
ellas allí in-situ, y con otros muchos que en la distancia me estarán
igualmente apoyando ya es un triunfo.
Gracias, muchas
gracias a todos por vuestro apoyo. Yo correré, pero vosotros me estaréis
empujando.
Sábado, 5 de
octubre de 2013. 07:45 de la mañana. 226km por delante.
Nada 3,8km.
Pedalea 180km. Corre 42,2km. Luego alardea el resto de tu vida.
Así reza el lema
del Ironman.
Estoy preparado,
quiero alardear. Y si no es este sábado, ya habrá otros sábados. Pero termino
un Ironman, eso ya te lo digo yo.
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