lunes, 21 de octubre de 2013

CONSEJOS VENDO, QUE PARA MÍ NO TENGO


Cuando uno expresa una opinión en internet, se expone. Por el simple hecho de publicar algo al que unos pocos, o unos muchos, tienen acceso, se expone a ser leído, y en consecuencia habrá que gente que esté de acuerdo con lo que escribes y otros que no, a uno les gustarás y a otros les gustarás menos. Esto es así.

En definitiva, todo es opinable. Así que hoy voy a opinar.

Voy a opinar sobre algo con lo que me he encontrado repetidamente en los últimos tiempos en esto del triatlón, relativo a personas empeñadas en decirte cuándo debes o no debes hacer un Ironman, si tienes que haber hecho primero “nosecuántos” olímpicos y medias distancias, que si no te precipites, que si dimensiona tu reto y que si la abuela fuma.

Y el elenco de “empecinados” en este asesoramiento “por tu bien” va desde directores de revista del sector, pasando por triatletas profesionales, hasta llegar a triatletas populares, o perdón, triatletas “amateurs”, que queda mucho más “cool”.

Te encuentras por ejemplo con que Antonio del Pino, director de la revista Triatlón, intenta convencerte hace unos meses en su editorial (¿quizá para a la vez autoconvencerse?) de que hay que hacer primero unos cuantos años de triatlones cortos para enfrentarse a la gran distancia, que él mismo ha dejado pasado siete lustros antes de abordar ese reto, y que además eso de competir contra uno mismo es una patraña y que se compite contra otros.  Que hay mucha gente obsesionada con el Ironman, que las distancias cortas también están muy bien, de modo que el Ironman hay que hacerlo cuando se esté realmente preparado, saliendo siempre a ganar, lo de simplemente participar es de “losers” y tal y cual.

Por otro lado llegas de casualidad a otro blog, www.vomitandopolirealidades.blogspot.com.es, en el que el autor, que se autodefine como triatleta amateur, te aconseja dimensionar tu reto, o lo que es lo mismo no hacer un Ironman hasta que no hayas hecho como él, 7900 millones de kilómetros de piscina, tres vueltas al mundo en bici y de aquí a Ciudad del Cabo corriendo, paso del estrecho de Gibraltar incluido. Cuenta la historia, creo que utilizando un tono suficientemente peyorativo, de un “Manolo” con sobrepeso que viendo en la tele a un bróker de bolsa acometiendo un reto multi-Ironman, decide inscribirse en uno, y para ello mal entrena durante unos meses, se compra el material y finalmente lo hace, pero “ay, amigo”, lo hace en 15 horas, yendo de paseo, poniendo además su vida en peligro y sin haber, en ningún momento de su gesta, “dominado la distancia, los gloriosos 226kms”. Esto último de dominar la distancia se lo copia a Clemente Alonso McKernan, a la sazón triatleta profesional, vencedor de pruebas IM y mito en activo de este glorioso deporte.

Comienzo a opinar.

Y opino que todos somos ya mayorcitos.  En primer lugar porque según tengo entendido para hacer un Ironman debes ser legalmente mayor de edad (si me equivoco ya me corregirá alguien). Adolescentes alocados e inconscientes en la salida de un IM creo que hay pocos. De hecho la edad media ronda los 40 años. Así que como mínimo habrá maduritos inconscientes. Pero es que además no creo que nadie se enfrente al IM habiendo entrenado 2 meses, dos días a la semana. El que decide presentarse a la línea de salida sabe a lo que se enfrenta, y si no lo sabía en un principio, ten por seguro que en el transcurso de su preparación terminará por descubrirlo. La dimensión del reto está ahí, es de sobra conocida y ese es precisamente su atractivo.

Creo que muchos, muchos, muchos, entre los cuales me incluyo, nos hemos acercado al triatlón por el IRONMAN, con mayúsculas, y resulta que por el camino nos hemos topado con triatlones SPRINT, OLÍMPICOS y de MEDIA DISTANCIA. Y hemos visto que todos ellos tienen “su miga”, la velocidad salvaje y la agonía de un “sprint” y de su primo el “olímpico”, y el encanto del “no-drafting” y de pelear contra el viento, contra todos y contra ti mismo durante 4-5-6 horas en la "media distancia”.

Pero fue el Ironman quien nos sedujo, su kilometraje imposible, su duración eterna y el anhelo de alcanzar su meta, en principio inalcanzable. Luego vinieron “los otros triatlones”, y los abordamos antes o después de hacer el Ironman, preferiblemente antes, pero no siendo absolutamente imprescindible.

Nuestro primer amor fue el Ironman, sabíamos que existía el triatlón en otros formatos, pero lo que nos ponía realmente cachondos era terminar un Ironman. Sí, he dicho terminarlo, luego entraré en la cuestión de la dominancia o lo de salir a ganar, a participar o a lo que buenamente uno pueda.

Yo no diré a nadie cuándo tiene o no tiene que hacer un Ironman, que cada cual haga lo que le dé la gana. Tampoco diré a nadie cómo tiene que hacerlo. Información hay mucha y muy variada, planes de entrenamiento hay “tropecientos”, tienes clubes, entrenadores personales, aplicaciones móviles y todo aquello que te puedas imaginar para ayudarte en tu preparación. Como mucho puedo compartir con aquel que quiera leerme/escucharme qué es lo que hice yo y dar algunos, llámalos “consejos” o llámalos “no-cometas-los-mismos-errores-que-he-cometido-yo”.

Me da la impresión de que hay gente en el mundo del triatlón que se está poniendo nerviosa con la cantidad de nuevos adeptos que este deporte está teniendo en los últimos tiempos. Esa misma gente se pone aún más nerviosa viendo el auge y la “masificación”, si se puede llamar así, de las pruebas en distancia Ironman. 

Supongo que será por la pérdida de exclusividad y de supuesta pertenencia a la élite de los que practican un deporte y/o disciplina minoritario, sea éste el que sea. Ya no eres “un triatleta”, sino que eres “otro triatleta”. A mí esto de la exclusividad y la élite me parece una soberana gilipollez. Cuantos más seamos mejor, llegará más dinero, y ello redundará en más y mejores servicios, mayor seguridad y más espectáculo.

Así que si “Manolo” decide levantarse del sofá, comprarse una bicicleta de segunda mano BTWIN del Decathlon y acometer un Ironman, olé sus cojones. A Manolo, como a mí, le importa un pimiento quedar en el puesto 80 o en el 880, porque si no va a luchar por, digamos los 20 primeros puestos, qué más le dará llegar un poquito más atrás que unos cuantos. Por supuesto quiere hacerlo lo mejor posible, pero seguramente le importará bastante poco saber cuántos hay por delante, ni siquiera cuántos quedaron por detrás.

Porque Manolo, como yo, no compite contra éste o aquel, no compite contigo, compite, sí, contra sí mismo. Esto es así. Compite contra ese Manolo de hace unos años, con unos kilos de más, posiblemente vago y sedentario. Quizá incluso ese Manolo deprimido y sin ilusión por nada. Como mucho Manolo compite para demostrarle a su mujer, a su amigo o al fanfarrón de su oficina que él es capaz de hacerlo, y para ello se juega una cena. Así de inocente y simple es Manolo.

Así que aparece el Ironman. O a lo mejor primero fue la carrera popular de su pueblo, y luego la media maratón de San Esteban de los Montes y luego el Ironman. El caso es que Manolo llega un momento en el que se plantea hacer un Ironman. Y simplemente ese hecho, el plantearse hacer un Ironman, a Manolo le parece increíble. Porque Manolo recuerda como era hace bien poco, y se ve ahora en el espejo, más fuerte, más sano, mejor. Más fuerte físicamente, pero sobre todo más fuerte mentalmente. Hacer un Ironman , pero más aún, preparar un Ironman, a Manolo, como a mí, le ha hecho más fuerte mentalmente, le ha hecho redescubrir “su fortaleza interior”. Sí, suena cursi, pero ha surgido un nuevo YO interior, quizá siempre estuvo ahí, pero llevaba tiempo escondido. Y Manolo se mira en el espejo y le gusta lo que ve, por fuera pero también por dentro. Manolo, y yo, querrá estar así mucho tiempo. Ya está buscando inscribirse en otra prueba, bendito Ironman, bendito triatlón.

A Manolo, como a una servidora, le importará una mierda no dominar los 226 kilómetros. Eso se lo deja a Clemente Alonso que para eso es triatleta profesional. Con sufrir un poquito menos la próxima vez se conforma, y bueno, si se puede bajar unos minutillos, pues bienvenido sea. Porque Manolo, y el que suscribe, es optimista por naturaleza, más bien “pajillero mental”, y de aquí al próximo IM soñará con bajar su registro 2 horas por lo menos, y luego el Ironman le pondrá en su sitio. Porque Manolo tiene claro que clasificarse para Kona queda lejos, o ¿quizá no tanto?


“Aaaay”  Manolo, eres, como yo, un flipatleta (esto da para otro post, fijo).

lunes, 14 de octubre de 2013

¿Y AHORA QUÉ? REPOSANDO EL IBERMAN

Ya ha pasado algo más de una semana desde que terminé el Iberman, mi primer triatlón en distancia Ironman. Una semana ya y aún sigo flotando, emborrachado de satisfacción y orgullo.

He pasado del cabreo y la frustración por haber hecho lo que pensaba que era una mala marca a realmente disfrutar de lo que he logrado, porque este Iberman ha sido muy duro. Baste decir que el ganador invirtió 10h03min, cuando normalmente los que ganan lo hacen alrededor de 8h30min. Conversando al día siguiente de la carrera con otro participante, 12 veces Ironman finisher, 4 de ellas en Lanzarote, considerada una de las pruebas Ironman más duras del mundo, me comentaba que el Iberman le había parecido más duro que Lanzarote, con una bici igual de exigente, tanto por el perfil como por el viento, pero con una maratón infinitamente más dura que la que transcurre por Puerto del Carmen en la isla canaria. Al principio recibí esta noticia con indignación y enfado, definitivamente me había equivocado de prueba para debutar en la distancia, ya que había descartado en su día Lanzarote precisamente por su dureza y resulta que había aterrizado en una prueba peor, más exigente.

El dolor físico y el agotamiento, tanto físico como mental, te hacen “echar pestes” de todo, estás realmente ofuscado y todo te ha parecido mal, cargas contra la Organización por sentirte engañado, pero al final terminas por darte cuenta de que realmente la prueba fue una pasada, y que no estuvo tan mal organizada. Sí faltó bastante más información en la reunión técnica, que realmente fue un desastre. Como participante te mereces que no te oculten información y te den todo el detalle posible sobre las características de la prueba, sobre el tipo de terreno sobre el que transcurrirá la prueba, puntos peligrosos en el trazado de bici (que los había, y en los que más de uno seguro que se llevó algún susto) y en definitiva todo aquello relativo a nuestra seguridad, y esa información brilló por su ausencia. Tampoco dijeron la verdad sobre la iluminación en la “fase nocturna” de la maratón, allí no había ni antorchas ni iluminación suficiente (por no decir ausencia total de luz) en muchos tramos. Todo esto es mejorable en próximas ediciones, pero sí es verdad que la dureza del recorrido forma y formará parte del ADN de esta prueba, y que seguramente es parte de su atractivo. Si solucionan estos no tan pequeños detalles tendrán una gran prueba Ironman durante muchos años. Sí quiero resaltar finalmente el trabajo de los voluntarios, y por ello desde aquí quiero mandar un afectuoso saludo y dar las gracias a todos y cada uno de esos cientos de voluntarios  que se merecieron un “10” porque estuvieron sencillamente perfectos, una pasada su predisposición, ánimo y aliento en esos duros momentos.

Respecto a mi rendimiento en la prueba, disfruté la natación, una lástima que saliera tan larga (4200m en la mejor de las mediciones, algunos GPS llegaron a marcar 4500m), porque el ritmo que me impuse fue muy bueno, rápido y vivo, con un recorrido más ajustado en metros mi parcial hubiera sido realmente satisfactorio. Pero bueno, efectivamente puedo decir que disfruté de  la natación, al menos esa parte salió bien, porque lo demás fue un suplicio. Padecí en la bici, mucho, sobre todo en la segunda mitad, cuando aparecieron los problemas de estómago, problemas que arrastré el resto de la prueba, dejándome al final con los “plomos fundidos”. Y fue una lástima, porque las sensaciones corriendo eran mejor que buenas, pese a los intensos dolores musculares y al problema del aquiles, y estoy convencido de que si mi estómago me hubiera dejado en paz hubiera hecho una más que decente maratón. Pero así es el Ironman, la “variable estomacal” no es sino una parte más dentro de la ecuación, una parte bastante importante, me atrevería a decir.

Al final, dicen las leyes no escritas del Ironman que el dolor pasa, el sudor se seca, el cansancio termina, pero la gloria y la satisfacción de haberlo logrado es para siempre. Y así me siento, satisfecho, alegre y orgulloso. Cada gota de sudor derramada, cada segundo de sufrimiento ha merecido realmente la pena. Nunca olvidaré este Ironman, haré otros, de eso estoy ahora seguro, y seguramente serán igualmente inolvidables, pero este Iberman, mi primero, lo recordaré siempre.



Parecía imposible que este grandullón de más de 100kgs terminara esta mítica prueba, pero lo hice, y sí, estoy orgulloso.

Pero quiero más, el veneno del triatlón y del "Citius, Altius, Fortius" inunda mis venas. Más rápido, más alto, más fuerte, así que quiero mejorar, nadar más rápido, pedalear con más potencia, correr no, volar sobre el asfalto y la tierra. El año que viene me prepararé mejor si cabe, ya sé lo que es un Ironman, ahora solo queda seguir entrenando fuerte para seguir mejorando. Y es que lo bueno de haber debutado con una marca tan discreta es que el margen de mejora es amplio, lo tengo fácil.


Seguramente el segundo de la saga sea el Challenge de Vichy, en Francia, a finales de agosto. Un recorrido llano en el circuito de bici y una maratón “normal”, con la única incógnita del calor que pueda hacer en el centro de Francia en esas fechas, que supongo será mucho. No está decidido del todo, pero de momento ya he pre-reservado el hotel, por si acaso…

Pero la preparación específica empezará a partir de Enero, ahora estoy disfrutando el momento, comiendo lo que me apetece, bebiéndome todos los gintonics a los que tuve que renunciar durante la preparación, y tratando en definitiva de recuperar algo de peso, que estaba ya empezando a preocuparme, porque no hacía más que adelgazar y adelgazar durante la semana posterior a la prueba, a la vez que me sentía terriblemente débil. He retomado también el ejercicio físico, pero poco a poco, muy poco a poco. De manera que todo ha vuelto a la normalidad, y me siento de nuevo fuerte y sano.



Porque soy un Ironman. He nadado 3,8kms, he pedaleado 180kms y he corrido 42,2kms. Ahora puedo vacilar el resto de mi vida. Bueno, tampoco es que sea necesario, pero ¿un poco sí, no?

martes, 8 de octubre de 2013

POR LO CIVIL O POR LO CRIMINAL. CRÓNICA DE MI PRIMER IRONMAN

“Este partido hay que ganarlo por lo civil o por lo criminal”. Expresión utilizada por Luis Aragonés hace unos años para referirse al modo en el que se debía conseguir la victoria en un partido de la selección española frente a Suecia.

Así me planteé yo mi reto del Ironman, lo terminaba por lo civil o por lo criminal. Pero eso fue en el km. 130 de la bicicleta. Antes, mucho antes, no tenía necesidad de plantearme cómo iba a terminar la carrera, porque estaba convencido de que la terminaría y lo haría disfrutando, sufriendo de manera controlada, disfrutando también de ese sufrimiento, pero disfrutando al fin y al cabo.

Pero eso fue antes.

Antes de conocer que definitivamente el recorrido de bicicleta iba a ser salvaje. Antes de saber que el desnivel  positivo acumulado en bici sería bastante más del publicado por la Organización. Antes de descubrir que los 100km de carretera en territorio portugués iban a ser lo más parecido a rodar por el infierno. Antes de percatarme de los  kilómetros de maratón corriendo por la arena blanda de la playa que me esperaban.

He tenido que madurar un par de días qué tipo de crónica quería escribir debido al cabreo y la frustración que el sentirme engañado me produjo, pero en definitiva al final he de quedarme con lo importante. Y lo importante es que lo terminé, lo conseguí, lo logré, y lo demás debe quedar como secundario.
Así que no adelantemos acontecimientos. Empecemos por el principio.

En el principio fue el viaje, y el viaje fue emocionante y agradable. Salimos el jueves 3, Ruth, Natalia y Dani embarcados en un trayecto de 700km con el coche cargado hasta los topes, Nekane amarrada en el soporte trasero facilitado por Óscar, con su matrícula adicional y su maldita señal V.20 de saliente de carga, no fuera que a la Guardia Civil le diera por tocar las narices. No, las luces no se tapaban, se veían perfectamente, señor agente, señor.

Qué tal estaría el hotel, qué ciudades del Algarve portugués visitaríamos y qué actividades de relax realizaríamos eran lo que nos preocupaba durante el viaje. Ya habría tiempo de ponerse nerviosos.
Y resulta que el hotel era espectacular, todo un resort a precios de risa (aquí sí, “chapó” para la Organización), con alucinantes piscinas exteriores, SPA y toda clase de comodidades. Y además era el centro neurálgico de la prueba, la recorrida de dorsales, la reunión técnica, los boxes de la T1, todo era allí mismo. Perfecto.

Llegar, comer algo y recoger ya el dorsal, para qué esperar más. Pegatinas, bolsas para dejar el material de la T1 y de la T2 (que la Organización trasladará a Portugal, donde se dejará la bici y comenzará la maratón), instrucciones para el circuito de bici, no viene el chip, supongo que lo darán durante el “bike-check” o la misma mañana de la prueba, no problem.

Monto la bici, compruebo que Nekane tiene todo en orden y salgo a rodar media hora sobre ella, para cerciorarme de que todo funciona correctamente. Primera mala noticia, el viento. Me lo temía, las voy a pasar putas como dé el viento de cara, y con la suerte que se suele tener en estos casos, seguro que será así. Hace mucho viento…joder.

Vuelvo de la bici, el de la habitación de al lado me pregunta que qué tal, que si hace mucho viento. Pues sí, macho.

“Joder, pues nos vamos a cagar, y ya verás con las carreteras portuguesas…”

¿Qué pasa con las carreteras portuguesas, no son nacionales?

“¿Nacionales?, ja, son de décimocuarta regional, estrechas, ratoneras, bacheadas, un infierno…”

Cojonudo, vete olvidando de sacar buen parcial de bici, Fonseca.

Al menos el mar es un plato, parece una piscina, quien no se consuela…

Ya estamos en el día 4, el día previo. Salgo a trotar un poco, nada, 20 minutos, por el paseo marítimo, que será también escenario de los kilómetros finales de la maratón. Bien, firme regular y en buenas condiciones, no todo parece tan malo, de momento.

Decidimos comer en Faro, primera gran ciudad del Algarve portugués, dar una vuelta por ahí y volver no muy tarde al hotel para descansar algo, cenar pronto, ponerme hasta el culo de pasta  y llegar a tiempo para la reunión técnica. También hay que dejar la bici la noche antes, y allí primera bronca con los jueces, las ruedas tienen que estar hinchadas, no dejarán pasar infladores la mañana siguiente.

Pero oiga, ¿Qué sentido tiene? Y si revienta durante la noche ¿qué pasa?

“Que no, coño, que no voy a dejar pasar a 700 tíos con 700 infladores una hora antes de la carrera, y se acabó”.

Joder, qué genio. Típico de los jueces, si quieres saber cómo es Juanillo, dale un carguillo…


Y vamos con la reunión técnica, que para empezar la han puesto a las 22h. WTF. A esas horas ya debería estar durmiendo, coño. Bueno, venga, va, si total tampoco voy a dormir demasiado de puro nervio.

Salón gigante, llenísimo de gente, de bote en bote, video motivacional de triatlón que pone el vello de punta, veamos con qué nos sorprenden.

Y nos sorprenden con una reunión chapucera, en la que no cuentan nada ni aclaran nada, y en la que además luego descubrirás que mienten descaradamente. Se anulan avituallamientos previamente anunciados, se generan muchas dudas y el nerviosismo invade al personal. Sólo les preocupa hablar de las sanciones y las descalificaciones, tiene cojones. Además totalmente en español, con más de 100 atletas portugueses presentes, ¿no se supone que es el Iberman y que es una prueba compartida entre los dos países?, continuas referencias y agradecimientos a “todas las personas venidas desde toda España”,  ¿y Portugal qué? Luego nos extrañamos de que los portugueses nos tengan manía. Mal, muy mal.

Le digo a Ruth y a Natalia que nos vamos antes de que terminen, me estoy poniendo de muy mala hostia y no me viene nada bien.

Decidimos que voy a dormir solo. Ruth se va con Natalia, ya en el triatlón de Lisboa la noche previa no dormí ni dejé dormir un carajo, así que esta vez que por lo menos descanse Ruth.

No duermo mal del todo, aunque duermo poco y a ratos. Decido no bajar a desayunar, tengo comida y bebida en la habitación y así gano media horita de sueño.

De modo que me levanto, preparo todo el material de natación y bici en la mochila de la T1, me ducho con abundante agua caliente y a las 6:30am tiro para boxes. Todo dios con sus infladores y aquí no pasa nada. Manda cojones. Joder, y todo el mundo lleva el chip en el tobillo…oye ¿y el chip a ti cuándo te lo han dado?

“Venía en un sobre, junto al dorsal”.

Nop, no venía ningún sobre, que sí, que no, que sí, pues a mí no. Pues tienes un problema.

Cagóndios, ni un solo juez ahora, claro no querrán madrugar los pobrecicos. Tira corriendo para la oficina de carrera, oye que yo no tengo el chip.

“Ah, tú debiste ser de los primeros en recoger el dorsal ¿no es así?”

Sí, en cuanto abristeis.

“Ya, es que luego decidimos que darlos por la mañana el día de la prueba sería un lío y que mejor los entregábamos ya”.

Y a los primeros pardillos como yo que les den por culo, ya protestarán, ¿no?

“Exacto, ¿tu dorsal por favor?”

El 23 (cabrones).

“Aquí tienes”.

Venga, empezamos bien, ya has tenido tu sesioncita de nervios, con lo relajadito que te habías levantado, ¿eh, Dani?

LA NATACIÓN

Finalmente estoy cruzando la pasarela de madera que separa el hotel de la playa y del inicio de mi primer Ironman, el Iberman “Costa de la Luz”. La situación pone los pelos de punta de pura emoción, aún es de noche, alumbrados por focos 700 triatletas y numeroso público aguardamos a que se haga de día para dar inicio a la prueba. Poco a poco unos destellos naranjas van apareciendo por el este y a las 08:15h estamos corriendo por la playa y nos lanzamos al agua.




No estoy nervioso. Primera C. La natación con CALMA. Así que tranquilo, salgo abierto por la derecha, no quiero golpes, y afortunadamente apenas hay contacto. Hay mucho respeto, a la mínima unos ceden el paso a otros. Pasa tú, no por favor pasa tú, insisto tú primero, que no, que de verdad que no me importa, pasa tú. Bien, así da gusto nadar. Voy a buen ritmo, pero me oriento como el culo, como ya es habitual amiguetes. Y además la sensación es que las boyas están muy lejos. En el mapa marcaban unos 100m a la primera boya (ni de coña, muchos más), 800 y pico de la 2a a la 3a, y otros tantos de ésta a la 4a y luego salida a la playa y vuelta al agua. Son muchos más, fijo. Publicados ya los datos de varios competidores al que menos le salen 4200m y alguno llega hasta los 4500m. Vale que muchos metros de desviación son culpa de uno mismo y sus problemas de orientación, pero 700m de más son mucho metros ¿no?

Pero bueno, a lo que íbamos, que hay que nadar y voy bien, salgo en la primera vuelta en 44min, algo peor de lo esperado, pero bastante entero, que es lo que importa. Veo a Ruth y a Natalia que están en plena playa gritando como locas, me encanta verlas así y me motiva, así que con nuevas fuerzas me lanzo de nuevo al agua e intento ir algo más rápido. Ya voy cansado, pero aún así me concentro en alargar la brazada y arrastrar con fuerza el agua hacia atrás. Definitivamente me voy siempre a la derecha, y es que me temo que mi potente brazo izquierdo empuja mucho más que mi débil brazo derecho. Tendré que trabajar en igualar mis extremidades.

Segunda vuelta en 43min largos, algo mejor que la primera. Total 1h27min, casi 28, así que bien. Sin estresarme demasiado troto por la arena y cruzo la pasarela mientras me deshago del neopreno. Allí están mis acompañantes para las fotos, como siempre hago un poco el idiota, cojo la bolsa de la T1 y me meto en una de las carpas a despelotarme. 


Me cambio entero, no voy a llevar mono, prefiero ropa ciclista con maillot y , sobre todo, culotte con una buena badana, que 180km son demasiados para hacerlos con el mono de triatlón. Allí estamos varios tíos en bolas, compartiendo botellas de agua e isotónico y deseándonos suerte para lo que queda.

LA BICI

Agarro a Nekane, corro con ella un larguísimo pasillo de transición, casi 300m, y me monto descalzo con las zapas previamente insertadas en los pedales automáticos, soy todo un “pro”. De inicio me flipo, me dejo caer sobre el acople “aero”, en posición "aero", con mi casco “aero” (préstamo gentileza de Iván, compi del club), soy un tío “aero” en definitiva, así que salgo demasiado rápido y los 10 primeros kilómetros pasan volando.



Pero me acuerdo de la segunda C. La bici con CABEZA. Y llega el viento. Maldito viento. Puto viento. De cara, cruzado, un infierno. Los que llevan ruedas lenticulares pronto sufren las consecuencias, veo a más de uno yendo de lado a lado y varios incluso llegan a caerse. Sopla, y sopla fuerte. Aquí comienza la frustración, llevas el plato grande metido y el velocímetro que no sube, apenas consigo mantener unos tristes 26kmh de media. Y ésta era la parte fácil, todavía queda Portugal y sus cutre-carreteras.

Aún así, estoy disfrutando. Estoy harto de ver vídeos del Ironman de Hawaii con sus interminables rectas y el viento azotando. Esto es igual, así que me imagino que estoy en la gran Isla, en Kona. Una hilera de ciclistas luchando contra el viento, me emociono y se me pone la carne de gallina, la “gallina de piel” que dirían otros. Sobre el km60 el viento da un respiro, giramos a la izquierda y obtenemos lo que yo llamo “kilómetros gratis”. 10km de viento a favor y llano, llano. Así que le doy cera, pero son sólo 10 en 180, poco premio.

Here comes Portugal, llego al paso fronterizo de Pomarao y su temida primera pared, que la Organización disfraza con el pomposo nombre de “Gran Premio de la Montaña”. 3km brutales con un primer tramo de más de 1km al 15%-20%. La gente se baja incluso de la bici. Yo aguanto, pero Nekane chirría de lado a lado. Es el comienzo del infierno, mi particular “highway to hell”. 

Carreteras estrechas con un asfalto lamentable, parcheado, rugoso, horrible. Y sube y baja, sube y baja. En las bajadas no te da tiempo a recuperar, simplemente dejas caer la bici. La media de velocidad cae escandalosamente, por debajo de 25kmh y bajando. Me voy a ir a más de 7 horas de bici. Pronto paso a preguntarme si pasaré el corte de la bici, marcado para las 10 horas desde el inicio, esto es, a las 18:15h de la tarde. No las tengo todas conmigo.

En Portugal empiezan mis problemas de alimentación, en España la cosa ha ido bien, pero de pronto el sólido ya no me entra. Sólo he comido dos barritas y un medio-sandwich, aunque los geles sí van entrando bien, ya llevaré 4-5 geles. De líquidos también todo correcto. Llevo tres bidones que voy cambiando en los avituallamientos, y llevo pastillas de sales y sobres de carbohidratos que voy echando en el agua. El problema es el sólido. Y llega el amago de “pájara”, desde el km120 voy fatal, tengo náuseas y he vomitado el último intento de sándwich. Pintan bastos. El calor aprieta, son las 2-3 de la tarde y queda todavía mucha bici. 

Empiezan a caer los compañeros, ya no son rivales, son compañeros, porque están padeciendo lo mismo que tú. Les ves tirados en la cuneta, tumbados boca arriba, la bici tirada de cualquier manera. Están muertos.

Empiezas a llorar de desesperación, no puedes más, te agarras al manillar con fuerza, con tanta fuerza que arrancas una de las barras del acople aero. Paras y lo arreglas, echas una meadita y respiras profundamente, sigues llorando, piensas en retirarte, pero ya estás en el km.130. César se retiró en el km.140 del Ironman de Frankfurt, así que tú vas a aguantar hasta el km.150 por lo menos, y luego ya decides. Pasas el 140, y te acuerdas de César, y se lo dedicas, macho voy a seguir por ti. En el km.150 está el último avituallamiento, te paras allí un rato, bebes uno, dos y tres bidones de golpe, vas muerto. Tienen plátano, lo intentas, y aunque llevas con náuseas y vómitos un buen rato, esta vez parece que el cuerpo lo asimila. Bien.

Quedan 30 y según dicen son llanos, por Dios que sea verdad y que no te engañen. Ahora es una lucha contra el reloj. Vas algo justo, aunque deberías llegar. Lo comentas con Laura. Laura Garay es una campeona con la que llevas toda la bici, te paso, me pasas, te paso, me pasas. Pone a mal tiempo buena cara y siempre sonríe, no se queja.

“Venga, toca subida otra vez, despacito y buena letra”.

Qué ovarios tiene.

Sin hacer drafting nos vamos relevando a tirar un rato ella, un rato yo. Tenemos que llegar. 

Llegaremos.

Otro tío muy majete es un triatleta que además es juez de triatlón. Ya tiene unos añitos. Comento con él otro puñetero corte que hay que pasar en el km.28 de la maratón. Resulta que todo aquel que llegué más allá de las 21:15h al maldito km.28 se le retirará el dorsal, podrá seguir pero quedará descalificado. Siendo juez de triatlón me dice que lo llevan claro, que a él nadie le quita el dorsal, que los jueces de Huelva son gilipollas (él también es andaluz), que se caga en la madre que los parió a todos y que tal y que cual. Me hace descojonarme de la risa, que después de la “jartá” a llorar que me he pegado ya me viene bien.

Me va a sobrar media hora para el corte de la bici. Joder, menos mal. Si no lo llego a pasar juro que le prendo fuego a Nekane y no vuelvo a hacer triatlón en mi puta vida.

A 3km de la T2 veo a Ruth y a Natalia, en la rotonda de entrada de Vila-Real de Santo Antonio. Ahora lloro de alegría, ellas también, se las ve angustiadas y a la vez aliviadas de verme.

“Venga, que vas muy bien” me dice Ruth. Si tú supieras…


Suelto la bici, la puta bici, por fin. 7h45min de maldita bici. Qué horror, por Dios.

LA MARATÓN

No hay carpas, a quién coño le importa. Me despeloto ahí mismo y me pongo la ropa de correr. Primeros 500m andando, no puedo dar un paso, voy tieso. Poco a poco los pies se acostumbran a tocar suelo y echo a correr, más bien trotar. Mis chicas siguen en la rotonda, les digo que se vuelvan pa’ España, al hotel y descansen, que me quedan mínimo 4 horas y media de maratón (serían más).



Me paro en cada avituallamiento, en Portugal solo hay agua y plátanos, ni isotónico ni Coca-Cola, qué puto desastre, cabrones. Camino y corro, camino y corro, y así paso el puente fronterizo por la autovía de peaje y llegamos a España, a Ayamonte. Nos recibe una subida al Parador terrible, de 800m y como el 8% de desnivel. Cabrones.


En la larga bajada ya comienzo a pensar en el corte del km28, si no espabilo no voy a llegar. Así que me pongo a correr. A correr de verdad. Descubro que si alargo la zancada y acelero un poco el ritmo, las piernas me duelen igual que si sólo troto, así que corro. Pulsómetro en modo no pasar de 140ppm. No hay peligro, la “patata” va bien, lo que duelen son las piernas, y mucho además.

Tercera C. La maratón con COJONES.

Llego a la Vía Verde, un camino de 15km de tierra y piedras, pero que mis articulaciones agradecerán mejor que el asfalto. Comienza a anochecer, pero no llevo frontal de luz, porque según ellos todo está perfectamente iluminado (mentira cochina). Tengo que apretar si quiero pasar el dichoso corte, lo voy comentando con uno del Tricamaleón, que va igual de "fino" que yo, jodido vamos.

Media maratón en 2h10 aprox, lo cual no está nada mal, pero tengo que seguir apretando para llegar al corte del 28, voy muy muy justo. Nuevamente empiezan las naúseas y los escalofríos, madre mía qué calvario estoy pasando. Se hace finalmente de noche, se acaba la vía verde y nos meten por una carretera completamente a oscuras, da auténtico miedo. No se ve una mierda, vamos por el arcén sin una maldita luz, aunque afortunadamente no vienen coches en nuestra dirección, aunque sí en el otro sentido. Van a dar las nueve de la noche, ¿cuánto queda para la rotonda del km.28? 1500m. Llego, justo una vez más, pero llego. 

Me sobran 10 minutos.

Ya no hay más cortes, ahora tengo 4 horas para hacer 14km y llegar a meta. Paso el corte y me derrumbo, ya no puedo correr más, paro a vomitar y lo echo todo. Que les den, ya no puedo correr más, ahora se trata de sobrevivir y llegar a meta. De la apuesta de acabar en menos de 15 horas me puedo ir olvidando, la voy a perder, no voy a llegar a tiempo. Qué más da. Hay que terminar. Como sea.

Nos meten por un pinar completamente a oscuras, con unos simples puntos de luz que te indican, más o menos, el camino a seguir. Subes y bajas montículos, pisas ramas caídas, raíces, serán cabrones,  ¿no es suficientemente duro el Ironman de por sí como para que te metan por semejante infierno? Quedaría aún lo peor, la sorpresa final.

Km 30. Llego al paseo marítimo, quedan 12, pasas por la zona de meta y empiezas a cruzarte con triatletas que vienen en sentido contrario, ellos ya van a terminarlo. Todos nos animamos y nos aplaudimos.

“Venga, pisha, ya te queda poco, ya lo tienes”.

Enhorabuena campeón, disfruta tú también.

En las terrazas de los restaurantes y en las casas la gente para de cenar y se levantan a jalearte y aplaudirte.

“Sois la hostia, sois unos campeones, vamos máquinas”.

Rompo a llorar de nuevo, pero esta vez es de pura emoción, es escalofriante. Bravo, bravo, eso sí que mola, eso sí que merece la pena. Esto es lo grande del Ironman.  Y con el escalofrío llego a la playa. No, no puede ser, nos meten por la playa. Serán cabrones. A oscuras, por supuesto. Qué hartazgo, qué desesperación. 

Tropiezo, me caigo, a duras penas me levanto, estoy al límite de mis fuerzas. Llego al último avituallamiento y blasfemo ante los voluntarios. Ellos no tienen la culpa, y me dan la razón. Esto es excesivo. Me entregan la última pulsera de control (tienes que llevar tres, de distintos colores) y por un camino de arena vuelvo a la civilización.

Otra vez estoy en el paseo marítimo, quedan 3km para meta. Miro en el reloj, 20 minutos para cumplir las 15 horas desde que salí. La apuesta, lo puedo hacer, tengo que ponerme a correr.

Vamos Dani coño, corre, joder, corre. Veo un policía ¿cuánto queda? 2,5km. 15 minutos. Corre.

¿Cuánto queda? 2 km. 12 minutos. Corre.

¿Cuánto?  “1 km pisha, ya lo tienes, enhorabuena”. 5 minutos.  Qué lo voy a tener, corre, hostias, corre.

500m, 300m, veo el hotel, escucho al speaker, no paro, luces de focos, recta final. Cronómetro marcando 14h59min20segs.

Veo a Ruth, me grita como una loca, le grito yo diciendo “el tiempo, el tiempo”. No me entiende, no puedo pararme, he de seguir. Casi atropello al speaker, le paso volando y dándolo todo. Lanzo un rugido entrando en meta y cierro el puño. Me ponen la medalla de finisher.

14h59min44segs. Sí.



Aparece Ruth, nos abrazamos  y los dos rompemos a llorar. Nos interrumpe un chico de la Organización pidiéndome el chip. Espérate coño, no ansíes. Le doy el puto chip y vuelvo a estrujar a Ruth, no puedo parar de llorar, ella tampoco. Abrazo también a Natalia. Mil gracias chicas, mil millones de gracias.

Soy un Ironman, soy un puto Ironman. Soy un puto Ironman. Repite conmigo, soy un puto Ironman.

Aquí acaba la crónica de mi primer Ironman, dejo el post-Ironman para una próxima entrada con las conclusiones extraídas de esta extenuante e increíble experiencia.

Pero no puedo terminar sin criticar a la Organización. Decís que queréis pertenecer a la franquicia IRONMAN en un futuro cercano. Os queda mucho, no vale con decir en vuestra web, “para ser la primera vez no ha estado tan mal”. Vale que estamos locos, pero somos personas “humanas”, no animales. 

Tratadnos como tal.

Cuántas veces he escuchado lo de “lo barato, sale caro”. Así ha sido. El próximo que haga, será de la franquicia IRONMAN o CHALLENGE, sí, son caros, pero te aseguras que todo será perfecto.

Y digo próximo porque…¿habrá que hacer otro, no?





miércoles, 2 de octubre de 2013

SI ALGUIEN ME HUBIERA DICHO...LA PREVIA DE MI PRIMER IRONMAN

Si hace 7 años, la primera vez que escuché la palabra Ironman, al leer que un empleado de la empresa alemana para la que trabajaba había ganado su grupo de edad en el Campeonato Europeo en Frankfurt, alguien me hubiera dicho que yo un día estaría en la línea de salida de una prueba similar, le hubiera dicho que dejara las drogas, que le sentaban fatal, qué necesidad tendría nadie de nadar 3,8Km, estar 180km sobre una bici y luego correr un maratón. Una cosa de locos, una barbaridad. Y sin embargo, ahí estoy, a menos de tres días de hacerlo.

Si hace 3 años, tras salir a correr por primera vez en mi vida (años de colegio aparte), alguien me hubiera dicho que haría medios maratones como el que no quiere la cosa, le hubiera tomado por loco. Aquel día no aguanté ni 15 minutos y echaba el hígado por la boca, me parecía imposible acabar los 20K que me había propuesto hacer con apenas 2 meses de preparación. Y sin embargo lo hice, lo acabé, y luego vinieron 8 ó 10 más, amén de miles de kilómetros de entrenamiento y decenas de competiciones en múltiples distancias. Aquel día hace 3 años realmente fue el inicio de toda esta locura. Me  puse a correr, y como Forrest Gump (corre, Forrest, corre…), aún no he parado.

Si hace 2 años alguien me hubiera dicho que acabaría amando el ciclismo, que subiría tres puertos de 1ª categoría en un día, que estaría 120-130-150km montado en una bicicleta, le hubiera dicho que dejara de decir tonterías, que la bicicleta es un instrumento de tortura sólo apto para majaderos (bueno, esto lo sigo pensando). Y sin embargo estoy preparado para afrontar los 180km que me esperan, montado en mi querida “Nekane”. Preparado y ansioso.

Si hace sólo 1 año, cuando acabé mi primer triatlón en distancia sprint, con más pena que gloria,  agotado y muerto,  alguien me hubiera dicho que en menos de 12 meses estaría preparado para afrontar la “gran distancia”, le hubiera dicho que me diera un poco de “eso” que estaba tomando, que yo también quería fliparlo en colores. Un Ironman quedaba muy lejos, mínimo 2 ó 3 años para prepararlo. Y aquí me tienes compañero, en la mejor forma física de mi vida, dispuesto a comerme los 226km uno detrás de otro.

Si alguien, estimado lector,  me hubiera dicho todo esto hace un tiempo, me hubiera reído en su cara.

Pero allá que voy.

No he tomado aún la salida, pero ya he ganado. Poco me importa si consigo acabarlo o no. Solamente emprender el viaje mañana a Huelva habrá merecido la pena.

Ya he vencido. He vencido al cansancio, a la fatiga, al dolor y la pereza. A la incertidumbre, la incredulidad y las dudas, incluso a las lágrimas y el llanto, a la impotencia y la rabia.

Viajar mañana con Ruth y con Natalia, su hermana, ya es una victoria. Compartir el gran día con ellas allí in-situ, y con otros muchos que en la distancia me estarán igualmente apoyando ya es un triunfo.

Gracias, muchas gracias a todos por vuestro apoyo. Yo correré, pero vosotros me estaréis empujando.

Sábado, 5 de octubre de 2013. 07:45 de la mañana. 226km por delante.




Nada 3,8km. Pedalea 180km. Corre 42,2km. Luego alardea el resto de tu vida.

Así reza el lema del Ironman.

Estoy preparado, quiero alardear. Y si no es este sábado, ya habrá otros sábados. Pero termino un Ironman, eso ya te lo digo yo.